Amigdala cerebral y ansiedad

Amigdala cerebral y ansiedad 2021

Si te encuentras con un oso en el bosque, ¿qué harías? En este artículo hablaremos de lo que es el estrés y de cómo reaccionan nuestro cerebro y nuestro cuerpo ante él. Hay muchas cosas interesantes que suceden dentro del cuerpo humano cuando nos enfrentamos a una situación de miedo. Nos centraremos en las regiones del cerebro que son responsables de nuestras reacciones al estrés. Aprenderemos cómo ayudan a nuestro cuerpo a calmarse cuando se enfrenta a algo que da miedo. Las principales partes del cerebro responsables de nuestras reacciones al estrés son el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, la amígdala y el córtex prefrontal. Este artículo también tratará sobre cómo el cerebro recibe ayuda de fuentes externas y cómo los humanos se adaptan al estrés cuando éste se convierte en una parte normal de la vida. Leamos todo sobre los superhéroes que nos ayudan a superar incluso las situaciones más aterradoras.

Imagina cómo te sentirías si te encontraras con un oso en el bosque. Tu corazón se aceleraría y empezarías a respirar con dificultad. Puede que te quedes congelado en el sitio, incapaz de moverte por el miedo. Puede que sientas la necesidad de huir. Todos estos son síntomas de estrés. El estrés es el estado mental y físico que sienten los seres humanos cuando experimentan algo difícil o amenazante. El estrés puede provenir de muchas fuentes diferentes. Los factores estresantes normales son cosas que te hacen sentir nervioso o asustado durante un corto periodo de tiempo, como hablar delante de un gran grupo de personas. Los factores estresantes más importantes y duraderos te hacen sentir triste o asustado durante mucho tiempo. La muerte de un familiar cercano es un ejemplo. La buena noticia es que tu cerebro es un superhéroe. Cada día te mantiene a salvo de un exceso de estrés.

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La amígdala es el centro integrador de las emociones, el comportamiento emocional y la motivación. Si se pone el cerebro boca abajo, el extremo de la estructura que continúa con el hipocampo se llama uncus. Si se desprende el uncus, quedará expuesta la amígdala, que linda con la parte anterior del hipocampo. Al igual que en el hipocampo, las vías principales se comunican bidireccionalmente y contienen fibras eferentes y aferentes.

La amígdala recibe entradas de todos los sentidos, así como entradas viscerales. Dado que la amígdala es muy importante en el aprendizaje emocional, no es de extrañar que las entradas viscerales sean una de las principales fuentes de entrada. Las entradas viscerales proceden del hipotálamo, el área septal, la corteza orbital y el núcleo parabraquial. La información sensorial olfativa procede del bulbo olfativo. La información auditiva, visual y somatosensorial procede de las cortezas temporal y cingular anterior.

Vía amigdalofugal ventral. El término “fugal” proviene de la palabra fuge-alejar-como en fugitivo. Esta vía continúa hacia el núcleo olfativo anterior, la sustancia perforada anterior, la corteza piriforme, la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior y el estriado ventral. El estriado ventral incluye parte del caudado, el putamen y el núcleo accumbens septi (núcleo que se reclina sobre el septo). Las proyecciones del estriado ventral son enlaces en un circuito de los ganglios basales que son importantes en el aprendizaje asociativo estímulo-respuesta. La vía ventral amigdalofugal también se conecta con el hipotálamo y el núcleo septal, pero la principal conexión de la amígdala con el hipotálamo y el núcleo septal es a través de la estría terminal.

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Ansiedad de la amígdala hiperactiva

La función de la amígdala es evaluar el significado emocional de las cosas que ocurren en el entorno y, en particular, evaluar si algo en el entorno es una amenaza para usted.

Si la amígdala decide que un coche que se dirige a toda velocidad hacia ti en la calle corre el riesgo de atropellarte, o que hay una serpiente de cascabel enroscada en la roca que hay junto a la puerta de tu casa, iniciará la respuesta de lucha o huida de tu cuerpo como medio para ayudarte a responder a la amenaza percibida.

Sin embargo, si su respuesta de lucha o huida permanece activada cuando no hay peligro, o si se activa con demasiada facilidad, de nuevo cuando no hay peligro, entonces la respuesta de lucha o huida se transformará en ansiedad y trastornos de ansiedad prolongados.

Los desencadenantes que suelen provocar una respuesta de huida o lucha innecesaria son tus propios pensamientos, recuerdos y emociones. Puedes llegar a tener miedo de tu propia mente, y eso desencadenará por sí mismo una respuesta de lucha o huida y ansiedad.

Función de la amígdala

Una situación estresante -ya sea algo ambiental, como un plazo de entrega inminente en el trabajo, o psicológica, como la preocupación persistente por perder un empleo- puede desencadenar una cascada de hormonas del estrés que producen cambios fisiológicos bien orquestados. Un incidente estresante puede hacer que el corazón lata con fuerza y la respiración se acelere. Los músculos se tensan y aparecen gotas de sudor.

Esta combinación de reacciones al estrés también se conoce como la respuesta de “lucha o huida”, ya que evolucionó como un mecanismo de supervivencia que permite a las personas y a otros mamíferos reaccionar rápidamente ante situaciones que amenazan la vida. La secuencia de cambios hormonales y respuestas fisiológicas, cuidadosamente orquestada pero casi instantánea, ayuda a luchar contra la amenaza o a huir hacia un lugar seguro. Por desgracia, el cuerpo también puede reaccionar de forma exagerada ante factores de estrés que no suponen una amenaza para la vida, como los atascos, la presión laboral y las dificultades familiares.

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A lo largo de los años, los investigadores no sólo han aprendido cómo y por qué se producen estas reacciones, sino que también han adquirido conocimientos sobre los efectos a largo plazo que el estrés crónico tiene en la salud física y psicológica. Con el tiempo, la activación repetida de la respuesta al estrés pasa factura al organismo. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico contribuye a la hipertensión arterial, favorece la formación de depósitos que obstruyen las arterias y provoca cambios cerebrales que pueden contribuir a la ansiedad, la depresión y la adicción. Otras investigaciones preliminares sugieren que el estrés crónico también puede contribuir a la obesidad, tanto por mecanismos directos (haciendo que la gente coma más) como indirectos (disminuyendo el sueño y el ejercicio).

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