
Digestión lenta por ansiedad
Estómago nervioso
La mayoría de nosotros somos conscientes del impacto que el estrés puede tener en nuestro sistema nervioso, pero no muchos de nosotros apreciamos el efecto que el estrés puede tener en nuestro sistema digestivo. Estoy a su disposición para hablar de cómo el estrés puede influir en su digestión, y de lo que puede hacer para ayudarse a sí mismo durante esta época problemática
En realidad, no importa qué es lo que causa el estrés, el verdadero problema es la reacción en cadena de las hormonas del estrés que se liberan en el cuerpo cuando éste se prepara físicamente para luchar o huir de cualquier amenaza percibida:
El efecto general es el aumento de la presión arterial, los problemas digestivos, la ansiedad, los músculos tensos y las palpitaciones. Si el cuerpo está inundado de hormonas del estrés continuamente, estos síntomas empeoran. ¿Qué le ocurre al sistema digestivo cuando estamos estresados?
En circunstancias normales, nuestro sistema digestivo debería ser capaz de realizar su tarea diaria de mezclar, contraer y absorber, para ayudar a descomponer los alimentos y comenzar a extraer los nutrientes y las vitaminas que necesitamos para gozar de buena salud. Sin embargo, cuando las hormonas del estrés inundan nuestro cuerpo, nuestro sistema digestivo se apaga de forma efectiva, haciendo que nuestros músculos digestivos se contraigan con más o menos frecuencia, que nuestras secreciones gástricas y los niveles de ácido estomacal aumenten o disminuyan y que nuestras bacterias intestinales saludables cambien de composición.En el mismo momento en que necesitamos reducir la velocidad, respirar, descansar y digerir, atornillamos nuestra comida, comemos a la carrera y hacemos la vida aún más difícil a nuestra digestión.
Ansiedad y dolor de estómago
Los trastornos gastrointestinales funcionales afectan a entre el 35% y el 70% de las personas en algún momento de su vida, siendo las mujeres más frecuentes que los hombres. Estos trastornos no tienen una causa física aparente -como una infección o un cáncer-, pero provocan dolor, hinchazón y otras molestias.
Múltiples factores – biológicos, psicológicos y sociales – contribuyen al desarrollo de un trastorno gastrointestinal funcional. Sin embargo, numerosos estudios han sugerido que el estrés puede ser especialmente importante. La relación entre el estrés ambiental o psicológico y el malestar gastrointestinal es compleja y bidireccional: el estrés puede desencadenar y empeorar el dolor gastrointestinal y otros síntomas, y viceversa. Por ello, las terapias psicológicas se utilizan a menudo en combinación con otros tratamientos -o incluso solas- para tratar los trastornos gastrointestinales funcionales.
Las funciones vitales, como la respiración, los latidos del corazón, la presión arterial y la temperatura corporal, se regulan a través del sistema nervioso autónomo. Esta compleja red de nervios se extiende desde el cerebro hasta todos los órganos principales del cuerpo y tiene dos divisiones principales. El sistema nervioso simpático desencadena la respuesta de “lucha o huida”. El sistema nervioso parasimpático calma el cuerpo una vez que ha pasado el peligro. Tanto el sistema nervioso simpático como el parasimpático interactúan con otro componente menos conocido del sistema nervioso autónomo: el sistema nervioso entérico, que ayuda a regular la digestión.
Ansiedad estomacal
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Los trastornos gastrointestinales (GI) suelen incluir síntomas de dolor de estómago, acidez, diarrea, estreñimiento, náuseas y vómitos. Aunque hay muchas causas posibles de los problemas gastrointestinales, cuando no se encuentra una explicación médica, suelen denominarse “síntomas gastrointestinales funcionales”.
Muchos estudios han demostrado una correlación entre la ansiedad, la depresión y los síntomas gastrointestinales funcionales. En general, los resultados de los estudios han demostrado que las personas que tienen al menos un síntoma gastrointestinal son más propensas a padecer un trastorno de ansiedad o depresión que las que no tienen ningún síntoma gastrointestinal.
Las quejas físicas inexplicables en su conjunto -incluyendo fatiga, dolor de cabeza, malestar estomacal, náuseas, diarrea, estreñimiento, mareos y dolores musculoesqueléticos- son más frecuentes en las personas con un trastorno de ansiedad y/o depresión.
Conexión cerebro-intestino
La ansiedad puede estar causada por muchas cosas, pero un área que me interesa mucho actualmente es la salud mental, y específicamente la ansiedad. Mucha gente sufre de ansiedad de una forma u otra, pero cada vez nos damos más cuenta de la relación entre la ansiedad y la digestión.
Hace tiempo que sabemos que existe un fuerte vínculo entre el cerebro y el intestino, llamado eje intestino-cerebro (GBA). El GBA es el vínculo entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso entérico (SNE), y está muy influenciado por el tipo y la diversidad de la microbiota (bacterias) de nuestro intestino. Aunque todavía estamos aprendiendo sobre esto, sabemos que la ansiedad puede ser causada por la digestión, y viceversa.
El cerebro y el intestino contienen una hormona llamada serotonina, que regula el estado de ánimo y desempeña un papel fundamental en la salud mental. Se cree que hasta el 90% de la serotonina de nuestro cuerpo reside en el intestino, y el resto en el cerebro. Esto podría explicar por qué comer puede ser un consuelo, ya que puede afectar a los niveles de serotonina en nuestro intestino. Se cree que la falta de serotonina es uno de los principales factores que contribuyen a la depresión, por lo que no sólo es importante lo que comemos, sino también lo que hacemos para aumentar nuestros niveles de serotonina. El ejercicio, la práctica de la gratitud y lo que llamamos “heartfulness”: hacer cosas que nos gustan y ayudar a otras personas.