Que es la eco ansiedad
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El cambio climático es una realidad y amenaza el futuro de la Tierra. Esto puede causar impactos psicológicos en algunas personas, un fenómeno que se conoce como eco-ansiedad. A continuación, repasamos qué es, qué la provoca, cuáles son sus síntomas y qué podemos hacer para evitarla mientras cuidamos el planeta.
Aunque es un neologismo, el término “eco-ansiedad” ya se ha hecho un hueco importante en la agenda de los psicólogos de todo el mundo y, por supuesto, en la vida cotidiana de algunas personas. Las catástrofes naturales, cada vez más frecuentes y más extremas como consecuencia del cambio climático -como los incendios que devastaron Australia o el ciclón Idai, que borró del mapa la cuarta ciudad de Mozambique (Beira)- han provocado que muchas personas padezcan eco-ansiedad sin saber siquiera lo que es.
La eco-ansiedad no se considera una enfermedad, al menos todavía, pero la mayor preocupación por la emergencia climática que estamos viviendo puede provocar trastornos psicológicos. La Asociación Americana de Psicología (APA) describe la eco-ansiedad como “el miedo crónico al cataclismo medioambiental que surge al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro propio y el de las próximas generaciones”. La APA, por tanto, considera que la interiorización de los grandes problemas medioambientales que afectan a nuestro planeta puede tener consecuencias psicológicas de diversa gravedad en algunas personas.
Cómo hacer frente a la ansiedad climática
Los niveles de ansiedad por el clima están aumentando, especialmente entre los niños y los jóvenes, y es probable que sean significativos y potencialmente perjudiciales para los individuos y la sociedad, advierten Mala Rao y Richard A Powell
El clima mundial está cambiando en todas las regiones y en todo el sistema climático, según confirmó el Grupo de Trabajo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en su informe Climate Change 2021: the Physical Science Basis en agosto de 2021. [1] Descrito por el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, como un “código rojo para la humanidad”, las campanas de alarma del informe eran “ensordecedoramente fuertes”, explicando los hechos irrefutables de que “las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles y de la deforestación están asfixiando nuestro planeta y poniendo a miles de millones de personas en riesgo inmediato, y muchos de los cambios se están volviendo irreversibles.” [2]
Para los eco-ansiosos, más preocupante que incluso estas noticias apocalípticas es el extraordinario nivel de indiferencia y banalidad con el que la crisis climática es tratada por muchos otros, incluidos los que ocupan puestos de influencia. La eco-ansiedad está creciendo, y se refiere al miedo crónico a la fatalidad ambiental probablemente descrito por primera vez en 2017 por la Asociación Americana de Psiquiatría. [3] Aunque todavía no se considera formalmente una condición diagnosticable, el reconocimiento de la eco-ansiedad y sus complejas respuestas psicológicas está aumentando, así como sus impactos desproporcionados en los niños, los jóvenes y las comunidades con menos recursos para superar las consecuencias adversas de la crisis climática. [3]
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Andrew Bryant, un terapeuta con sede en Tacoma, Washington, se sintió impotente la primera vez que el cambio climático surgió en su oficina. Era 2016, y un cliente agonizaba sobre la conveniencia de tener un bebé. Su pareja quería uno, pero el joven no podía dejar de imaginar a ese hipotético niño creciendo en un mundo apocalíptico y con cambios climáticos.
Bryant estaba acostumbrado a guiar a la gente en sus conflictos de pareja, en sus ansiedades sobre el futuro y en las decisiones que cambian la vida. Pero esto era diferente, personal. Bryant llevaba mucho tiempo sintiéndose preocupado por el cambio climático, pero de forma distante y teórica. La desesperación del paciente le enfrentó a una realidad totalmente nueva: que el cambio climático afectaría directamente a su vida y a la de las generaciones futuras.
“Nunca había considerado la posibilidad”, dijo Bryant. En ese momento, su miedo era una densa niebla. Lo único en lo que podía pensar ante la ansiedad de su cliente era en sus propios hijos pequeños: ¿Qué mundo heredarían? ¿Debería sentirse culpable por haberlos traído a él?
La ira de los ecologistas
Liz Marks, coautora del estudio y profesora titular de psicología en la Universidad de Bath (Reino Unido), dijo que un primer paso para tratar estas emociones es reconocer que son una respuesta natural y saludable a una amenaza existencial.
“Al hablar de la ansiedad ecológica, es importante no patologizarla”, dijo. “No es algo que tengamos que curar o eliminar. Se trata más bien de cómo podemos vivir con ella para que no nos abrume”.
Según Marks, eso significa “darnos a nosotros mismos y a los demás el espacio necesario para sentir lo que sentimos, ya sea pena, ira, miedo o ansiedad, y también reconocer que esos sentimientos irán y vendrán”. Incluso en los peores momentos de sentirse muy abrumado, las emociones son cosas que cambian”.
También dice que, aunque sean estresantes, estos sentimientos pueden ser “una parte realmente hermosa de tu humanidad”, y una señal positiva de que alguien está comprometido y se preocupa profundamente por el planeta, otras especies y la gente de todo el mundo.
Si te sientes abrumado por la crisis climática, puede ayudarte buscar comunidades en la vida real o en las redes sociales y compartir tus pensamientos con personas afines, dijo la psicóloga especialista en coaching climático Megan Kennedy-Woodard.
