Sistema nervioso alterado ansiedad

Sistema nervioso alterado ansiedad

Disregulación del sistema nervioso

Todas las enfermedades tienen una dimensión tanto psicológica como física. Esto puede parecer una afirmación sorprendente, pero si lo pensamos bien no es controvertida. Las enfermedades no vienen a los médicos, sino los pacientes, y los procesos por los que los pacientes detectan, describen y ponderan sus síntomas son eminentemente psicológicos. Este punto teórico tiene implicaciones prácticas. Si adoptamos un enfoque “bio-psico-social” de la enfermedad en general, que reconozca los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de nuestras vidas, es menos probable que descuidemos los orígenes psicológicos tratables de muchas dolencias físicas (desde el globus hystericus hasta el trastorno de conversión completo) y las consecuencias psicológicas tratables (como la depresión y la ansiedad) de muchas enfermedades físicas.

La neurología tiene una relación especialmente estrecha con la psicología y la psiquiatría, ya que las tres disciplinas se centran en las funciones y los trastornos de un único órgano, el cerebro. Los principales objetivos del tradicional “examen neurológico” británico pueden ser los procesos motores y sensoriales elementales, pero cualquier evaluación adecuada de la “función cerebral” debe tener en cuenta la cognición y el comportamiento. La noción que muchos de nosotros aportamos a la neurología -que sólo una minoría de los trastornos neurológicos tiene una dimensión psicológica o psiquiátrica significativa- es casi ciertamente errónea. La implicación cognitiva y conductual es la norma, no la excepción, entre los pacientes con trastornos del sistema nervioso central (SNC). Por lo tanto, los síntomas físicos y psicológicos de la enfermedad pueden relacionarse de las siguientes maneras: (1) los síntomas físicos salen a la luz a través de complejos procesos psicológicos; (2) el trastorno psicológico puede manifestarse en síntomas físicos; (3) las enfermedades físicas suelen provocar una reacción psicológica secundaria; (4) una categoría de enfermedad física, que afecta al cerebro, puede dar lugar, de forma más o menos directa, a manifestaciones psicológicas.

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Una situación estresante -ya sea algo ambiental, como un plazo de entrega inminente en el trabajo, o psicológica, como la preocupación persistente por perder un empleo- puede desencadenar una cascada de hormonas del estrés que producen cambios fisiológicos bien orquestados. Un incidente estresante puede hacer que el corazón lata con fuerza y la respiración se acelere. Los músculos se tensan y aparecen gotas de sudor.

Esta combinación de reacciones al estrés también se conoce como la respuesta de “lucha o huida”, ya que evolucionó como un mecanismo de supervivencia que permite a las personas y a otros mamíferos reaccionar rápidamente ante situaciones que amenazan la vida. La secuencia de cambios hormonales y respuestas fisiológicas, cuidadosamente orquestada pero casi instantánea, ayuda a luchar contra la amenaza o a huir a un lugar seguro. Por desgracia, el cuerpo también puede reaccionar de forma exagerada ante factores de estrés que no suponen una amenaza para la vida, como los atascos, la presión laboral y las dificultades familiares.

A lo largo de los años, los investigadores no sólo han aprendido cómo y por qué se producen estas reacciones, sino que también han adquirido conocimientos sobre los efectos a largo plazo que el estrés crónico tiene en la salud física y psicológica. Con el tiempo, la activación repetida de la respuesta al estrés pasa factura al organismo. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico contribuye a la hipertensión arterial, favorece la formación de depósitos que obstruyen las arterias y provoca cambios cerebrales que pueden contribuir a la ansiedad, la depresión y la adicción. Otras investigaciones preliminares sugieren que el estrés crónico también puede contribuir a la obesidad, tanto por mecanismos directos (haciendo que la gente coma más) como indirectos (disminuyendo el sueño y el ejercicio).

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Depresión ansiedad inflamación

La temporada electoral ha estado llena de vitriolo y de enfrentamientos. Todos los días nos inundaban los comentarios de los medios de comunicación, las afirmaciones alarmistas y los titulares catastrofistas. El miedo parecía estar en todas partes. Pasaste un año preocupado por el país y la calidad de su liderazgo. Y ahora ha terminado, y todavía está tan ansioso que cualquier discusión sobre política hace que su mente se acelere, le duela la cabeza y se le revuelva el estómago… ¿Qué está pasando? Su cuerpo le está diciendo que su sistema nervioso autónomo (SNA) está en alerta máxima y muestra signos de desregulación.

Síntomas de ansiedad

La respuesta de huida o de huida se basa en la adrenalina, la hormona del miedo. La adrenalina actúa dando prioridad al suministro de sangre, asegurándose de que la sangre oxigenada esté disponible en los brazos y las piernas para una huida rápida y a través del cerebro para ayudarnos a tomar decisiones en una fracción de segundo. El suministro de sangre se extrae de las zonas del cuerpo que no se necesitan en momentos de peligro, como el estómago y los órganos sexuales, porque si uno se encuentra en una situación que pone en peligro su vida, no se va a parar a comer o a tener relaciones sexuales. Esta suele ser la razón por la que cuando alguien está continuamente estresado, puede sentirse mal, no puede comer y puede dejar de tener relaciones sexuales.

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El cuerpo puede actuar de forma inadecuada ante las tensiones y los trabajos de la vida cotidiana y la producción de adrenalina puede iniciarse innecesariamente en respuesta a un factor de estrés menor. Entonces se pone en marcha una reacción en cadena: uno empieza a sudar, a sentirse mal y a sufrir palpitaciones y toda la respuesta al estrés se impone, lo que provoca ansiedad. Uno puede entonces empezar a preocuparse por la forma en que se siente y esto exagera su ansiedad y comienza una reacción en cadena. A partir de esto, también pueden desarrollarse miedos secundarios -miedo a las sensaciones corporales causadas por la ansiedad- comúnmente conocido como miedo al miedo. Las sensaciones corporales desagradables de la ansiedad y el pánico pueden ser tan temidas, o incluso más, que la situación o el acontecimiento que desencadenó la respuesta de ansiedad.

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